MIAMI – Jessica Pérez todavía recuerda el día en el que su mamá la llevó a la marcha del Primero de Mayo del 2006. Tenía apenas 11 años, pero las imágenes de cientos de miles de personas vestidas de blanco desfilando por las calles de Los Ángeles permanecen frescas en su memoria.
Poco más de una década después, la joven universitaria de 21 años se prepara para participar por primera vez en una elección presidencial en Estados Unidos, la más importante en la historia del movimiento político detrás de lo que conocemos como el voto latino.
Por eso, este 8 de noviembre es un momento tan especial para la familia de Jessica. Sus padres son inmigrantes indocumentados y no pueden votar. Ella es la primera de tres hijas en registrarse para hacerlo.
“Es la única forma en la que puede escucharse su voz”, dice Jessica de sus padres.
Hoy termina una de las campañas estadounidenses más hostiles de las que tengamos memoria, especialmente para la comunidad hispana que, gracias a una de esas ironías de la vida, se encuentra en una posición inmejorable para determinar el resultado de la elección. En particular, una nueva generación de electores latinos que como Jessica llega por primera vez a las urnas.
Los hispanos son el grupo étnico más joven del país: casi la mitad de los 27 millones de latinos que pueden para participar en la elección son considerados millennials, es decir, jóvenes entre los 18 y 33 años de edad. Aunque la votación anticipada en estados como Florida y Nevada sugiere un nivel de entusiasmo sin precedente entre el electorado hispano, muchos se preguntan si los jóvenes saldrán a votar en los números necesarios para consolidar el voto latino como un factor decisivo en la elección.
La respuesta podría estar en datos como este. Según la última encuesta de Latino Decisions, más del 70 por ciento de los hispanos aseguran que esta elección es más importante que la del 2012.
Fuente: New York Times.