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Acceso Latino

El Gobierno de Trudeau dará la residencia permanente a 300.000 extranjeros este año tras haber acogido a 40.000 refugiados en 15 meses

Canadá, con 35 millones de habitantes (un 20,7% son inmigrantes, la mayoría asiáticos) y un generoso sistema de ayudas, se consolida como referencia en la acogida de extranjeros, una política que recibió un fuerte impulso con la llegada al poder del progresista Trudeau. Su plan de acogida masiva se ha traducido en la de 39.670 refugiados en los últimos 15 meses.

El refuerzo de Trudeau, en el cargo desde noviembre de 2015, a la política de puertas abiertas iniciada en 1960 llega en un momento en que el Estados Unidos de la nueva administración y Europa, desbordada y temerosa ante la ola de refugiados, dan pasos en la dirección contraria.

Tras el veto del presidente de EEUU a refugiados y migrantes, Trudeau ofreció a Canadá como alternativa e insistió en el mantra de que la multiculturalidad es una riqueza. El primer ministro afronta quejas de ciudadanos que le reclaman que los refugiados lleguen más rápido. Contrasta con EE UU o Europa, donde avanzan las voces que temen una avalancha de extranjeros y piden restringir las fronteras. Pero Canadá goza de una particularidad geográfica: el único vecino es EE UU, lo que le permite ser muy selectivo en quién quiere que entre al país.

Canadá, la décima economía mundial, prevé aceptar este año a 25.000 refugiados de cualquier nacionalidad como parte de los 300.000 extranjeros a los que planea otorgar la residencia permanente, lo que permite acceder a sanidad pública. Es una cifra algo superior a los años previos. La mayoría son inmigrantes seleccionados por motivos económicos mediante un sistema de puntuación.

Según la OCDE, los inmigrantes suponen desde 2000 el 31% del aumento de trabajadores altamente cualificados en Canadá, por delante del 21% de EE UU y el 14% de Europa. En Toronto, una de las ciudades más multiculturales del mundo, la mitad de la población ha nacido en el extranjero y se hablan unos 140 idiomas o dialectos.

Andrew Griffith, que fue director general de Multiculturalidad del Gobierno entre 2007 y 2011, atribuye la apertura canadiense al hecho de ser un país construido por inmigrantes. También lo es EE UU, pero señala una diferencia: Canadá no tiene una “identidad unificada” por la confluencia de las culturas anglosajona y francófona, lo que le ha obligado a buscar acomodos.

“Los canadienses tienen una gran confianza en la inmigración y menos miedo”, dice Griffith. Y destaca cómo los indicadores de participación electoral o educativa tienden a converger entre nativos e inmigrantes. Las encuestas muestran una alta aprobación a la llegada de extranjeros y estos declaran mayoritariamente sentirse canadienses.

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