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Acceso Latino

Un mexicano al que la cocina italiana hizo empresario

Victor Navarrete llegó a estudiar inglés y tras vencer serios problemas ha acabado siendo copropietario de un restaurante italiano en Brooklyn

Vino con la idea de aprender inglés y volverse a México en un año o dos. Durante esa planeada estancia tuvo la suerte de ser contratado rápidamente por alguien que considera su mentor. Pero la fortuna le dio la espalda. Víctor Navarrete experimentó la dureza de su trabajo y tuvo un gran golpe de mala suerte que le impidió el deseado regreso a su tierra.

No obstante, ese revés fue el inicio de una experiencia que le ha llevado, 10 años después, a ser co-dueño de un exitoso restaurante en Brooklyn y a soñar con más proyectos empresariales.

Este joven mexicano de 30 años quería ser maestro y para ello estudiaba en Guadalajara. “Quería ser el orgullo de mi madre e ir a la Universidad”, explica. Pero su hermano mayor Eduardo, que hacía tres años vivía en Nueva York, le animaba a que se uniera a él. Y le hizo caso.

“Quería aprender inglés y seguir con mis estudios en México, no quería trabajar pero tuve que hacerlo porque no me alcanzaba”, explica. Su hermano, que desde que era pequeño se había interesado por la cocina, trabajaba en Fragole un restaurante italiano y le propuso ir a conocer a uno de los dueños, el argentino Andrés Rodas. “Yo pensé que siendo el jefe estaría en una oficina y me lo encontré en el sótano pintando”. Aquello le rompió los esquemas sobre qué esperar de un empresario.

En seguida conectaron y aunque Rodas no estaba contratando le pidió que volviera al día siguiente. “Empecé haciendo entregas, secando cubiertos, ordenando cosas, pero me sentía un estorbo. En ese momento empezó a funcionar la aplicación Seamless y me dediqué a los deliveries“. Nada fácil. No tenía GPS, estaba perdido y llevar una bici en la nieve con una comida es una labor dura. “Sabía que iba a ser pesado pero era peor, llegaba de mal humor a casa”, admite.

Cuando ya tenía previsto el regreso a México tras un entrenamiento de fútbol le atropelló un carro.

“Me rompió la pierna en tres partes y estuve tres días en coma”.

Los ahorros se le fueron en los $35,000 de la factura del hospital y los siete meses de terapia para que su pierna se curara. Llegaron las deudas.

Cuando eso ocurrió volvió a ver a Rodas y le dijo que iba a juntar dinero para el pasaje e irse. Su jefe le comentó que si se iba lo haría con las manos vacías y que tenía la posibilidad de volver a empezar. El consejo y el hecho de que aún estaba lidiando con la demanda del accidente le mantuvieron en Nueva York.

Volvió a Fragole a trabajar como busboy. Pero entonces quiso entender mejor la cocina italiana — su hermano hace pasta fresca diariamente– y el vino de este país. Aprovechó una cata de un distribuidor para entender más aunque uno de los meseros italianos le dijo que para lo que hacía no necesitaba saber de vinos.

Pero Navarrete pensó que no podía estancarse y empezó a aprender hasta llegar a ser el manager. “Fui subiendo de escalón en escalón sin saltar ninguno, siempre me preparé para todo”.

Mientras, los socios de Fragole tuvieron serias desavenencias que acabaron con la ruptura de la sociedad. Rodas, que tiene otros restaurantes en la ciudad, ofreció a Navarrete comprar una participación. En ese momento el mexicano había vendido a buen precio una casa que había comprado en su país y decidió invertir.

Desde hace ocho meses es copropietario de este restaurante que lleva 14 años abierto y es celebrado por los blogueros de la zona como uno de los mejores italianos, todo un cumplido en un área en el que apenas hay latinos pero sí mucho descendiente de europeos. Navarrete es un hombre conocido en el barrio, por lo que le pasó y por el buen trato que dispensa a los vecinos y clientes.

Actualmente, 18 personas trabajan en Fragole, la mayoría mexicanos pero también polacos. “Todos somos compañeros, si hay que barrer, barro”, explica.

Su sueño es crecer en el negocio del que dice que está aprendiendo (“no tenía idea de contabilidad o taxes”, dice riendo) y quizá abrir un segundo restaurante.

Al salir a tomar unas fotografías para este diario se queda saludando a conocidos que en ese momento pasan. Navarrete vino y quiso volver a casa, pero ya lo está.

Fuente: EL Diario NY.

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