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Acceso Latino

El mole poblano es uno de los platillos más significativos para la cultura mexicana que incluso ha traspasado sus fronteras para acercarlo a aquellos que echan de menos su terruño.

De hecho, desde unos 15 años, el aroma de las almendras tostadas y el ajonjolí, los chiles y las especias surgen de una pequeña tienda de Brooklyn, en donde se producen aproximadamente 725.7 kilos (mil 600 libras) de mole poblano todos los días. Tres generaciones de mujeres mexicanas trabajan adentro: “hay tanto por hacer”, dice Damiana Bravo, una mujer menuda de casi 80 años, cuando se le pregunta por qué trabaja todavía.

La matriarca comenzó a preparar mole poblano en Nueva York en la década de 1970 para vendérselo a sus compañeros de fábrica. Ahora, su pasta de tonos oscuros de chiles molidos y una docena de otros ingredientes se distribuye en bodegas, supermercados y restaurantes en Nueva York, Pensilvania, Nueva Jersey, Connecticut y Carolina del Norte.

Preparar la salsa, un alimento básico de la cultura mexicana. Se necesitan dos días para realizar el tostado de los chiles secos, la fritura de almendras, el molido del ajonjolí y la cocción de docenas de ingredientes, que incluyen chocolate, azúcar, canela, cacahuates y varias hierbas.

Año tras año, el negocio familiar en Knickerbocker Avenue usa la receta que la madre de Bravo solía hacer en Piaxtla, un pueblo de aproximadamente 5 mil habitantes en el estado de Puebla. Bravo, sus dos hijas y dos nietas todavía usan chiles pasilla y mulato como ingredientes clave.

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